Si pasáis por Santander y, como a mí, os gustan los lugares peculiares, con encanto, auténticos y baratos (nunca viajo con todo el dinero que me gustaría), no os podéis perder El Figón.
El Figón es un bar-restaurante-hostal donde por poco dinero os pondréis hasta arriba de comida. El camarero es un encanto que os hará sugerencias y os enseñará los platos que lleva a otras mesas, para que veáis la pinta que tienen y así ayudaros a elegir.
La clientela es de barrio, acostumbrada a ir para allí. Muchas de las mesas estaban ocupadas por hombres solos, que leían el diario mientras comían, acostumbrados a esos momentos de calma.
| Me gusta mucho la costumbre de los restaurantes cántabros, que etiquetan el vino de la casa (bastante peleón, necesario acompañarlo con gaseosa) con el nombre del establecimiento. |
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